lunes, 13 de octubre de 2014

FIESTA NACIONAL







   Ayer fue el Día de la Fiesta Nacional, antes se llamaba Día de la Hispanidad, y aunque muchos siguen llamándola así, ya no lo es. El porqué el decreto que así lo estipula ha preferido que se llame «Fiesta Nacional» en lugar de «Día de la Hispanidad» me parece razonable, pues una nación debe tener su Fiesta Nacional, el Día de la Hispanidad correspondería celebrarla, en todo caso, a entidades y asociaciones privadas en colaboración con todos los países que forman el universo hispano, pero España, que si por algo es grande es por haber descubierto  para la humanidad aquel Continente, aunque muchos quieran negarnos ese mérito, no ha sabido capitalizar para sí, como sí hicieron los ingleses, el  mérito,  por lo que el concepto de “Hispanidad” no goza de buena salud.  Se destaca, lógicamente a quien le interesa hacerlo así, lo negativo del Descubrimiento y no se ha sabido explicar bien  que España llevó allí  la cultura europea, nuestro idioma, una herramienta valiosísima de comunicación sin la cual hoy no podríamos disfrutar de la literatura sudamericana que ha dado escritores de talla mundial, mejoramos la raza al mezclarnos con los indígenas, la presencia de España en aquellas tierras no puede calificarse de “colonialismo” sin más, colonialismo puro y duro fue lo de Inglaterra…, en fin,  emasiadas cosas buenas como para que el mundo anglosajón no reaccionara y se inventara la Leyenda Negra, que tanto daño a hecho a la imagen de España.  Sin embargo España no tuvo reflejos ni poder para crear otra leyenda contra los ingleses, verdaderos depredadores del mundo y enemigos de todo lo hispano.  O sea, que si nosotros no hicimos las cosas bien, ellos lo hicieron peor, sin embargo supieron ocultar sus crímenes y enorgullecerse de su sangrienta historia, con la que consiguieron construir un imperio.  Nos diferencia que ellos tenían un proyecto, nosotros no. Esa es la gran diferencia. 

   Precisamente hoy escribe Ignacio Camacho en ABC un artículo de opinión que titula «El marasmo español», en el que alude precisamente a esa falta de proyecto para España, en el que entre otras cosas dice: «La falta de cohesión social, la indecencia moral de la corrupción, la alarmante trivialidad intelectual, la ausencia de valores colectivos, el fracaso de la educación, el auge de la demagogia y la wikipolítica; todo eso es lo que ha provocado la quiebra estructural de un país que en su arrogancia de nuevo rico llegó a creerse sólido». No puede ser más cierto, la prueba es que bastó el ominoso y repugnante atentado del 11M para humillarnos y destrozar nuestros sueños. Más adelante afirma:  « El panorama nacional es de una trivialidad devastadora, una mezcla de estupidez, incompetencia y mala fe que augura un formidable desastre histórico e invita al alejamiento moral, al escepticismo individualista». Y todo, según él «por la larga ausencia de un proyecto común de España», que ha posibilitado el conflicto secesionista de los nacionalistas catalanes, que cuentan con su proyecto: separarse de España. 

   El artículo no tiene desperdicio, y lo malo, o lo bueno, vaya usted a saber, es que lleva razón, y como la lleva, alguien debería  darse por aludido, sobre todo los grandes partidos y los llamados “padres de la patria”, que hicieron una Constitución que nos ha llevado a este marasmo y ha abocado a España a un desnorte desolador sin que los partidos tengan claro lo que se debe hacer, solo dicen que hay que modificar la Constitución, pero sin decir en qué términos, por qué, y con qué fines. 

   Yo me he permitido hacer un comentario al artículo, absolutamente estremecedor,  que aquí os lo dejo: 

   «El problema, señor Camacho es una Constitución mal concebida y peor elaborada que le da a  las Autonomías  competencias que solo deberían ser del Estado, lo que ha provocado que España se diluya aún más y haya minado seriamente esa cohesión social a la que usted alude. Busque ahí el mal. Lo de la corrupción debe tener arreglo, lo de la inanidad intelectual, también, el proyecto de España,  idem, la politización de la Justicia y la impunidad, que tanto daño nos ha hecho y nos está haciendo, todo eso puede tener solución, señor Camacho, lo que tiene una complicada solución es elaborar una nueva Constitución que rectifique los errores de la actual y tenga en cuenta eso que usted echa de menos: un proyecto para España que, por sí mismo, fundamente su cohesión social. ¿Qué hay que integrar en ese proyecto a los nacionalistas? Claro que sí, haciéndoles comprender que con España tienen asegurado un futuro, sin ella, no.  Esta es la madre del cordero. 

   Por cierto, señor Camacho,  España no ha tenido nunca un proyecto serio, tal vez lo tuviera con los Reyes Católicos, pero después de Felipe II todo se vino abajo porque faltó grandeza, se tuvo en cuenta el interés de la monarquía por encima de los intereses de España, eso sin contar el inmenso daño que nos hizo la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y ahí tiene usted los resultados de aquello, una historia reseca que hiela el alma. 

   Tuvimos oportunidad de retomar un proyecto para España si, cuando gobernaron los liberales de las Cortes de Cádiz, hubieran  guillotinado a Fernando VII y a toda su cohorte de infames lamepollas, error que ha envenenado toda nuestra historia hasta desembocar en nuestra última Guerra Civil, que debiera haber evitado la Restauración Borbónica, pero una vez más su proyecto no fue España, sino el mangoneo entre partidos que,  de una manera no tan evidente, se reproduce ahora de otra manera. Y en el 78 cometemos el error de hacer una Constitución que ha deshilachado el concepto de España poniendo en manos de las Autonomías su futuro.  

   Desgraciadamente tiene usted razón,  pues todo lo que dice es verdad, aquí a los políticos brillantes, a los que tienen un proyecto para España, nos los cargamos.  El más paradigmático de nuestra historia fue Prim, bajo mi humilde opinión, pero hubo otros.  A ver quién, con tales antecedentes, da un paso al frente. Y fíjese lo que le digo: al único ministro que tenía las ideas claras, me estoy refiriendo a Gallardón, los suyos mismos lo han quitado de en medio. No hay más que decir, señor Camacho.

Parla, 13 de Octubre de 2014