viernes, 5 de septiembre de 2014

ESPAÑA. UN PAÍS DE VIEJOS



  



ESPAÑA, UN PAÍS DE VIEJOS

   Bueno, pues ya estoy de nuevo con vosotros, también con vosotras, que no se diga. 

   He pasado mis vacaciones en la montaña, en un pueblo que debió conocer tiempos mejores a juzgar por sus casas y su extensión, un pueblo precioso, señorial diría yo,  que se está muriendo por falta de sangre renovada, la población no deja de disminuir y la poca juventud que aún tiene carece de salidas, por lo que antes o después terminará yéndose. Una pena. España se está convirtiendo en un país de viejos, cuando siempre ha sido un país joven. No es un secreto que el número de fallecimientos supera al de nacidos. Podríamos pensar que se debe a la crisis, y no digo yo que algo influirá, pero la disminución de nacimientos ya venía produciéndose desde hace tiempo, de antes de esta  crisis y de otras. 

   Yo nací en los años cincuenta, en una España empobrecida, que aquello sí que era crisis económica y no esta, y sin embargo las familias eran numerosas –nosotros éramos seis hermanos y mi madre tuvo tres abortos espontáneos-, así que la crisis económica no tiene nada que ver, o muy poco, por mucho que muchos se empeñe en tratar de demostrar lo contrario. La crisis es otra. 

   La verdadera causa ha sido el cambio social producido en España, “el progreso”, que nos ha hecho más egoístas y comodones, lo cual ha afectado a todos los órdenes de la vida, sobre todo a la familia, que de extensa ha pasado a ser monoparental.  La emancipación de la mujer,  la concentración de la población en las grandes ciudades, el abandono del campo y  el auge de la industria  en detrimento de lo agrícola, el ocio como valor y la calidad de vida como objetivo, el culto al dinero y la avaricia, el abandono de los valores tradicionales, todo ello está detrás del descenso drástico de nacimientos. Y como quiera que ha aumentado la esperanza de vida y que seguirá haciéndolo gracias a los avances de la medicina y la tecnología, que España se esté convirtiendo, que ya lo es, en un país de viejos,  era impepinable.  

   Esto se capta con mayor dramatismo en los pueblos, donde la población no se renueva y la poca juventud que hay huye de ellos. De manera que su abandono se percibe enseguida, pues cuando el cabeza de familia se jubila su actividad no la continúa nadie, así, no solo el campo se va cubriendo de maleza y mala hierba por falta de manos que lo cuiden y  siembren las tierras de regadío que antes parecían vergeles –las de secano ya están abandonadas-,  sino que los pocos negocios que hay en ellos desaparecen, produciéndose así un deterioro progresivo y un vacío desolador cada vez más pronunciado. 

   La corrupción también juega un importante papel en la despoblación progresiva de los pueblos, al menos en el que nos ocupa, donde su alcalde de lo único que se ha preocupado durante los veinticuatro años que ha ocupado la alcaldía ha sido de llenar su bolsillo, y como no existe oposición que merezca tal nombre, ha actuado con total impunidad dejando el pueblo en las últimas.  La corrupción es un cáncer social que desmoraliza y enerva, en un pueblo es demoledora, pues roba ilusiones y destruye oportunidades que ya nunca volverán a presentarse, y que si se presentaran ya no quedará nadie para aprovecharlas.   Y no pasa nada, esto es lo peor. 

   Que un alcalde de pueblo pase seis legislaturas robando sin que nadie lo advierta, es para ponerse a llorar. Pero ahí tenéis al mismo Pujol, que ha robado a manos llenas durante los mismos años sin que nadie diga ni media.  Sí, España es un país de viejos, y se nota, ya lo creo.
    
  
  

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