martes, 27 de mayo de 2014

MALOS TIEMPOS





   


 Estas elecciones, si algo han demostrado,  ha sido que los partidos mayoritarios están tan absorbidos en su propia realidad que la realidad de la calle o no la detectan,  o si lo hacen no los conmueve o carecen de recursos para reaccionar como conviene, como conviene que reaccionen para el interés  general de la sociedad. 

  Yo comprendo que el PP, inmerso en un programa de gobierno condicionado por la crisis, fije  su máxima prioridad en sacar a España de ella, pero  el PSOE es que no ha aprendido nada de la etapa de Zapatero, hasta el punto de  que lo ha llevado a sus mítines. Es demencial. 

   De su falta de ideas y propuestas ilusionantes se ha aprovechado quien se aprovecha siempre cuando el río viene revuelto, lo cual ha sido un aguijonazo en la conciencia de todos los partidos, sobre todo de los de izquierda, que no han sabido hilvanar un discurso que no pasara  por denostar al PP y descalificar su política de recortes,  cuando sin las medidas que ha tomado el Gobierno hubiéramos tenido que ser rescatados. 

  Y para que no quedara la menor duda de que pensaban que atacando al PP ganarían las elecciones, se han cebado con Cañete a cuenta de su desafortunada frase sobre la capacidad intelectual de las mujeres.  Sin pies ni cabeza. 

   Lo que se entiende menos es lo que ha pasado en Andalucía, por lo que nunca sabremos si el hecho de que haya ganado el PSOE se debe a la labor de Susana Díaz o a que allí lo que funciona es el pesebrismo de la izquierda, a la que se le perdona o se le pasa por alto lo que jamás se le perdonaría a  la derecha. 

   Por lo demás, ya se esperaba lo que ha pasado en Cataluña, algo que debería hacer reflexionar a CiU, pero me da a mí que no lo va a hacer, prefieren estrellarse, llevar su reto  al Estado al límite y que sea este quien les impida su locura con la ley en la mano y la Policía en la calle, así dispondrán de un siglo más de victimismo identitario para reivindicar su inventado derecho a decidir. Esperemos que no llegue la sangre al río. 

   En fin, más preocupante es lo que ha pasado en Francia,  en el Reino Unido y en Grecia, donde han ganado los extremismos que pueden dar al traste con Europa. 

   Malos tiempos.

miércoles, 21 de mayo de 2014

DE PASIONES Y OTRAS MISERIAS







   Uno cree saber de qué va esto de la vida, sin embargo no deja de sorprenderse de lo que sigue pasando a pesar de que nadie quiere que pase,  y de lo que no pasa que todos quieren que pase. Que esto haya sido siempre así y siga siendo es la muestra más palpable de que una cosa es predicar y otra dar trigo,  que lo que nos gobierna no es la generosidad del intelecto, sino la mezquindad de la pasión, que nace irónicamente del amor a la par que del odio, y que tienen en común que ambas son destructivas. Y no, no me refiero a la pasión que inspira el amor por una mujer, no, me refiero a ese otro amor que inspira odio a todo aquello que sea contrario al objeto que se ama. El caso más patente es el fundamentalismo islámico, que odia a muerte a toda esa parte del mundo que no comulga con sus creencias y que ha prometido exterminar, que lleva la muerte allá donde va y la invoca como arma de su sinrazón por amor a su profeta. 

   Lo mismo cabe decir del fanatismo etarroarbetzale, que por amor a una tierra y a una cultura han sembrado la muerte en España durante más de cuarenta años, y aún siguen alentando ese odio que los identifica como seres de un submundo que solo ellos transitan, y si no siguen matando es porque no pueden.  

  Pero es que ese odio irracional  ha cuajado ya a nivel deportivo, sobre todo en fútbol y baloncesto, por la pasión que levanta el amor a unos colores, causa de muchos muertos y frecuentes enfrentamientos. Antes las aficiones confraternizaban y cuando sus respectivos equipos se  enfrentaban a equipos foráneos, tanto los aficionados de uno como de otro equipo manifestaban su deseo de que ganara el equipo de aquí. Ya no es así, ahora prefieren que gane cualquier equipo de cualquier nación a que gane el equipo rival de aquí. Y si hablamos de la selección española ya sabemos cómo se las gasta  cierta ideología nacionalista.  Otra manifestación más de odio. 

   No hace ni dos semanas un importante político del PSOE, que fuera presidente del Gobierno, dijo que apoyaba una gran coalición PP-PSOE, “si el país lo necesita lo deben hacer”, dijo concretamente, que cayó como un jarro de agua fría en el seno de su partido, tanto que posteriormente se vio obligado a decir que se arrepentía de haberlo dicho. Es decir, que si alguien dudaba de que lo que prima en España no es el interés general, sino el partidista,  tiene la mejor prueba en esta reacción visceral, pues ese ex mandatario no dijo ninguna barbaridad, sino algo propio de un hombre de Estado. Lo han hecho y lo siguen haciendo otras naciones  de nuestro entorno, ¿por qué aquí no? Nuestra última Guerra Civil la desencadenó el odio, odiosa pasión que sumió a nuestro país en la miseria y se llevó por delante un millón de muertos. Pues no hemos aprendido.

   Que el odio sigue latente lo ha demostrado el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, que ha suscitado en las redes sociales todo tipo de coletillas repugnantes contra ella y contra los militantes de su partido. Lo último ha sido la nube de comentarios antisemitas en Twiter  porque el  Maccabi de Tel Aviv le ha ganado la Final Four al Real Madrid. Cualquier evento es bueno para abrir las espitas del odio. ¿Y qué hacen los políticos al respecto?

   Hace unos días preguntaba yo a mis amigos de Facebook que si el problema que tenemos es de educación, ¿cómo es que la izquierda se opone a la LOMCE? Y hacía esta pregunta por ver si se suscitaba un enriquecedor debate al respecto. Pues no, una amiga respondió diciendo que la LOMCE ha suprimido la asignatura de música en la educación primaria –ella es profesora de música-, y un sobrino mío, militante del PC, respondió lo siguiente: “No creo que una ley de educación, de unos o de otros, solucione el problema, más grave, de la falta de educación. Mira Cañete, por ejemplo. Tan educado y las cosas que dice de las mujeres. España no es Suecia ni Finlandia... Ni falta que hace, por otro lado”. Y debió quedarse tan tranquilo él. Me quedo con la primera parte de su respuesta: “No creo que una ley de educación, de unos o de otros, solucione el problema, más grave, de la falta de educación”.  Es decir, que el problema grave, según él, es “la falta de educación”, sin embargo reconoce que una ley de educación de uno o de otros no lo va  arreglar.  Pues mira por donde estoy de acuerdo con él, pues una ley de educación debe ser cosa de todos, de todos en general, no de un partido solo, única forma, creo yo, de abordar seriamente el problema de la educación en España, causa de nuestro retraso secular, de nuestros enfrentamientos, del desconocimiento de nuestra propia historia, de los prejuicios.., en definitiva del odio que nos profesamos unos a otros fundamentalmente por ignorancia.  Esto lo saben los políticos, sin embargo no ponen remedio, así, cuando llegan al poder unos cambian la ley de educación y cuando llegan los otros hacen lo propio, un auténtico dislate. 

   Pues deberían dar un poco de ejemplo y no dedicarse solo a enriquecerse y a vivir del cuento, pues les pagamos para que gobiernen, no para que se sajen entre ellos y se pasen  la legislatura diciendo  lo impresentable que es fulanito y lo indecente que es zutanito para justificarse, pues así, lo que hacen,  es generar aún más odio, además del que generan  por su mal ejemplo como  políticos, pues no solo no gobiernan bien, sino que se corrompen,  y en la mayoría de las ocasiones con la mayor impunidad. Deberían mirárselo. Pero no lo van a hacer, siguen vigente el sostenella y no enmendalla. 

   ¿A quién le interesa que sea así?  Yo sería el primero en asistir a una manifestación para exigir una ley de educación que superara ese odio y cuyo interés se centrara, no en alimentar la ideología propia, sino las necesidades de los educandos, en la misma línea que se sigue cuando es el interés del menor el que debe primar por encima de las querencias egoístas de los padres.