jueves, 10 de abril de 2014

EL MITO DE LA VERDAD



   






  —La vida sería insufrible si no existieran los mitos –afirmaba el profesor tratando de ilustrar a sus alumnos de Filosofía sobre la falacia de la verdad-, pues nos distraen de una  verdad incómoda:  que el poder lo da la mentira.

  —Aquellas palabras de Agustín de Hipona sobre la verdad son mera propaganda para ocultar la verdad de la mentira –continuó el docente-. Jesucristo es un mito,  pero  un mito muy potente que sus seguidores  han convertido en verdad. La razón, por tanto, es  también  un mito, pues  llevarla no significa gran cosa,  el hombre racionaliza sus actos y puede  hacer que te sientas culpable sin serlo.  Por otra parte tener razón no es lo más importante si se ponen en juego otras cosas que afectan a la estabilidad,  a los sentimientos, a los intereses generales o a la familia,  y si la verdad no existe como tal, y la razón tampoco, no puede existir la justicia ni la libertad ni la igualdad,  ¿cómo nos va a hacer libres e iguales algo que no existe? Lo que nos hace libres e iguales es creernos nuestra propia  mentira. 

   —Alguien, en algún momento de la historia –ponderó el catedrático-  puede que le gane  una batalla a la mentira, pero no con la verdad, pues el poder lo tiene quien lo tiene y quien lo tiene lo tiene porque miente, y solo puede ser vencido, no por la verdad, sino por una mentira mayor. Es por ello  que los héroes son tan molestos, y peligrosos, porque descubren el juego y no solo tienen el valor de denunciarlo, sino que proponen una mentira nueva con la que gana adeptos a la par que enemigos. Si el poder establecido  no puede ganárselo para su causa busca medios para neutralizarlo, por lo que  a sus seguidores no les queda otra  que convertirlo en mito si su mentira es lo suficiente grande y tiene suficientes adictos.   No hay opción, ni esperanza, el poder lo da la mentira, la esperanza es un mito y la libertad y la justicia zanahorias para alimentarla. 

   Entonces uno de los estudiantes levanta la mano y el profesor le pide que hable. 

  —Pero hoy hay más libertad e igualdad que la que hubo ayer –objeta.

  —Sí, y más justicia también, pero no a causa de la verdad, sino porque hoy sabemos más sobre la mentira que ayer y el poder se ve obligado a ceder derechos para que todo siga igual. Pero todos los que se organizan para desenmascarar la mentira del poder no lo hacen de la mano de la verdad porque son poder y/o pretenden serlo, y cuando consiguen credibilidad ponen a funcionar su aparato de propaganda para ganar más adeptos y ampliar su poder.  Por tanto,  basan su lucha, para minar el poder institucionalizado, en la mentira, y desde ella ofrecen más libertad, más justicia, más igualdad,  lo que le exigen al poder establecido.  Pero cuando están instalados en el poder su objetivo es imponer la  mentira en la que creen y denunciar la mentira de la otra parte en la que no creen a pesar de que es la misma,  un juego  que los aboca a corromperse  y corromper como parte del juego para callar bocas y de paso enriquecerse, no van a desaprovechar la oportunidad de hacerlo, serían tontos, pero como no puede callar  todas las bocas la sociedad acaba sabiendo de sus miserias,  de las mentiras de sus promesas, de su podredumbre y falsedad, que sale a flote como sale la pus en las heridas purulentas. Y toma nota. Y como no se puede desmontar la falacia desconfiar  de  las instituciones y de sus representantes es obligado, pero  su moral se resiente y empieza a relativizar  normas y valores que la conducen a una relajación ética. A partir de ahí nada la detiene:  también se corrompe y defrauda a hacienda, engaña a su vecino, infla la factura de su trabajo, mete mano en la caja, paga en negro, se entrega a la economía sumergida, estafa  sin escrúpulos, se integra en grupos mafiosos que explotan a mujeres, rapta a  niños y niñas después de abusar de ellos o se entrega a la pederastia sin pudor, organiza bandas juveniles de radicales que siembran el desorden y el pánico, o en  bandas organizadas de criminales y narcotraficantes que siembran de cadáveres el camino a su paso,  o se hace sicaria que mata por un plato de lentejas, recurre a la prostitución como salida, ejerce la violencia de género. Todo ello provoca el crecimiento exponencial de  los divorcios, los matrimonios rotos, las familias desestructuradas,  los abortos, aumenta la presión migratoria y las mafias que viven de ella, desciende la natalidad…, en  definitiva, crece la delincuencia y la inseguridad, el desprecio por la vida humana, aumentan los crímenes sin resolver, los suicidios, las desapariciones y  los secuestros, la prostitución infantil, las muertes de mujeres a manos de su pareja…, y los psiquiátricos se llenan de enfermos mentales con trastorno bipolar, con lo que esa libertad, esa justicia y esa igualdad que nos prometieron se convierte en un espejismo, la sociedad se hace cada vez más líquida, más inestable, más inconsistente e insegura, todo lo cual debilita el poder, lo cual  genera secuelas indeseables. Cada cual tratará de vivir como pueda, cada cual irá a lo suyo, pero el poder oficial tratará de corregir sus desmanes aumentando su poder con nuevas leyes más duras y restrictivas para combatir el desmadre social que  los  representantes del poder provocaron al corromperse y corromper, al mentir con descaro, al no cumplir sus promesas, al cometer errores sin cuento  y no solo no dimitir, sino ni siquiera reconocerlos, todo menos admitir su mentira y gobernar como la sociedad espera, con tino y acierto, pues no creen en ninguna verdad, solo en la mentira que los alimenta.  Y vuelta a empezar, solo que esta vez  con menos libertad. 

   Entonces, otro estudiante, acongojado por lo que estaba oyendo, pregunta:

   —¿Pues qué salida nos queda?

   —Podría decir perfectamente la de «sálvese quien pueda», que es la que se está aplicando ahora más que  nunca, pero no la voy a decir porque ni siquiera yo estoy seguro de estar diciendo la verdad, solo me disuade de que no es así que yo no busco el poder ni lo pretendo, así que solo tenéis dos opciones: sobrevivir poniendo a prueba vuestra moral día a día o aspirar a ostentar el poder.  Si pretendéis el poder y lo alcanzáis y aún albergáis algún afán por hacer de este mundo un lugar mejor, formaos bien para que vuestra mentira sea mejor, más realista  y más convincente, más grande y seductora que la actual. Y más justa. 

   Tras la explicación del profesor la clase enmudeció con uno de esos silencios que,  no sería tópico afirmar, era más elocuente  que una lección magistral.