lunes, 23 de diciembre de 2013
¡MIERDA DE NAVIDAD!
Llamadla como queráis, sentidla como gustéis, vividla como os apetezca, denostadla, odiadla, ignoradla si os place, si podéis, si queréis… Para bien, para mal, para los de aquí, para los de allá, para los que crean, para los que no, para los que sí. Para nosotros, para vosotros, para ellos, para ellas. Para poetas, novelistas, escépticos y amargaos, escritores y bohemios, solitarios y marginados, para ricos y para pobres, para blancos, para negros, amarillos y coloraos, para los que son y para los que no, para los que queremos y para los que no, para los olvidados, para ti, para mí… Muchos besos y abrazos, también. Y guiños, y sonrisas, y cositas, y deseos, y lágrimas, y recuerdos... ¡Mierda de Navidad!
viernes, 20 de diciembre de 2013
GLOBALIZACIÓN (UN CUENTO DE NAVIDAD)
Como cada año, los vecinos de la pequeña y
escondida aldea, preparaban su modesta cabalgata de Reyes. Trajín, nervios, carreras, recados, avisos,
bromas..., todo para que la noche del día cinco no faltara un detalle. Pero este año la meteorología les había
jugado una mala pasada: había caído un
nevazo de esos que cuando amanece parece que el Sol sale a rastrapanza, inconveniente que suponía un formidable
obstáculo para sus planes, no ya para que la comitiva real encontrara expedito
su itinerario –ya se encargarían ellos de despejar las calles y dejarlas
transitables-, sino porque la nieve caída –metro y medio según los más
prudentes; dos metros según los más exagerados-
impedía viajar al pueblo próximo a traer
los caballos para que sus majestades de oriente pudieran llevar a cabo
su trascendental misión. O sea, que
estaban totalmente aislados. ¡Menudo marrón les había caído encima! En este caso, hablando con propiedad, el marrón
era un mantón blanco que los
cubrió a todos y los dejó pasmaos.
A un vecino se le ocurrió sugerir que en
la aldea había tres borricos, muy majos ellos, “y a falta de pan...”
–dejó caer como quien no quiere la cosa.
El alcalde le cortó el refrán en seco y le dijo que no eran tres, sino
cuatro. Y el vecino se estrujó la sesera
tratando de averiguar quién sería el dueño del cuarto borrico, pues que él
supiera en la aldea no había más que tres.
A pesar de ello el edil no estaba dispuesto
a rendirse. Convocó un pleno extraordinario
para tratar el asunto con la esperanza de que de ella surgiera alguna idea,
alguna propuesta que salvara la situación, aunque de antemano ya sabía que la
solución sólo saldría del atrevimiento de algún munícipe que estuviera
dispuesto a desafiar la putada que les había hecho la meteorología, y poner a
prueba su sentido de la orientación, pero o la osadía de los vecinos había
quedado congelada por la nieve o el nivel que ésta había alcanzando superaba su
estatura. Lo cierto es que el regidor, que
había albergado una leve esperanza de que, al calor de la reunión, alguno de
los residentes se ofreciera voluntario, vio frustradas sus ilusiones.
Constatado pues que, salvo los tres
borricos, un par de vacas, un buen número de ovejas y algunos cerdos, en la
aldea no había más cuadrúpedos, al menos que figuraran en el censo como tales,
se dispuso a dar por concluido el pleno. Pero cuando se disponía a levantar la
sesión el único empleado municipal, que
entre sus muchos cometidos figuraba
también el de alguacil, entró en el
salón de plenos tras pedir permiso, se quitó respetuosamente la boina y,
dirigiéndose a la asamblea a través de su jefe, informó: “Señor alcalde y la compaña, que aquí fuera
hay un forastero de barbas muy largas y una vestimenta muy rara que pregunta
por usted”. “Pues dile que entre a ver
que quiere, hombre de Dios” –respondió el señor alcalde sin echar cuentas a lo
que había dicho el funcionario local. Si lo hubiese hecho habría reparado en
que estaban aislados. Así que, ¿cómo
diantre había llegado el forastero a la aldea?
El alguacil salió y momentos después volvió a entrar acompañado
de un hombre sesentón de luengas barbas blancas y aspecto bonachón. Vestía el anciano un anorak rojo ribeteado de
blanco, pantalón y botas del mismo
colorido y un gorro puntiagudo terminado en una borla haciendo juego. Su
irrupción en el modesto salón de plenos dejó boquiabiertos a los reunidos. El ministril volvió a quitarse la boina y en
un tono de voz que revelaba su desconcierto, anunció: “Ustés perdonen, pero pa’ mí
que este tío tié atascá la chimenea –como si quisiera justificarse-, dice que
se llama Santa Klus o algo así y que ha
venido por el aire en un trineo”
miércoles, 11 de diciembre de 2013
MALA EDUCACIÓN
Por experiencia
sé que cuando a un hijo se le sobreprotege y se le consiente todo, tiende a
pedir cada vez más porque siente que se
ha ganado el derecho a ello. Tanto es así que cuando le niegas lo que pide porque ello le perjudicaría tanto
como te perjudicaría a ti, se rebela y te acusa de ser un mal padre, va de
víctima por la vida y de todo lo malo que le sucede te responsabiliza. Es así, tal cual lo digo, por no haberle dicho NO a tiempo.
Desde que se aprobó la Constitución de 1978 al gobierno autónomo catalán
se le ha dado prácticamente todo lo que ha
pedido. Incluso se le han dado cosas que no deberían de habérseles dado. Y Cuando ya no se le podía dar más porque no había nada más que dar, se ha refunfuñado como un niño mal educado, se ha
ofendido y ha arremetido contra España inventándose toda clase de agravios,
pero callando todo lo que se les ha dado y consentido, amenazando con irse de casa en una actitud que si no es chulesca es chantajista. Se le ha dicho que darle lo que piden perjudicaría a su propia casa, aun así insiste en pedir lo que no es posible dar. Luego su casa les importa muy poco.
El Gobierno catalán está poniendo en peligro muchas cosas con su irracional
actitud. Saben que no es posible darle lo que piden, pero con tal de salvar la cara persiste en su cerrada actitud, en no abrir la mente a la realidad. Y a la razón.
Esperemos que rectifiquen a tiempo o que alguien les diga que irse de casa no es el camino, ya sabemos lo que le pasó al hijo pródigo.
Esperemos que rectifiquen a tiempo o que alguien les diga que irse de casa no es el camino, ya sabemos lo que le pasó al hijo pródigo.
domingo, 8 de diciembre de 2013
CORRER
Decía Virginia Wolf que escribir es como correr por el
campo.
Parece extraña esta comparación, pero correr y
escribir tienen una extraña concordancia, correr por el campo aún más, pues en
plena naturaleza puedes imaginar que estás corriendo por una ciudad fantástica
o por un universo paralelo.
Tenemos el
caso de la novela “La soledad del corredor de fondo”, que corriendo encuentra
la forma de ridiculizar al poder, en este caso encarnado en el director de un
reformatorio, donde transcurre la historia con este prometedor comienzo: «Nada más llegar al reformatorio me
hicieron corredor de fondo de campo a través. Supongo que los tíos pensaron que
estaba hecho para ello porque era alto y delgado para mi edad (y todavía lo
soy) y, de todos modos, no me importó demasiado, para decir la verdad, porque
correr ha sido algo que en nuestra familia se ha hecho mucho, en especial
correr para escapar de la policía».
Pero donde se
pone de manifiesto lo lejos que el poder está de la realidad de sus gobernados
es en este pasaje en el que el protagonista reflexiona mientras corre sobre la
relación entre el director del reformatorio y él: « Soy un ser humano y tengo
pensamientos y secretos y una maldita vida interior que él ni siquiera sabe que
está ahí, y nunca lo sabrá porque es un estúpido. […] Él es un estúpido y yo no
lo soy; porque yo soy capaz de ver dentro del alma de la gente de su clase, y
él no ve una mierda en los de la mía».
De manera que
correr ayuda a pensar sobre nosotros mismos y la realidad que no rodea, las
palabras acuden a nuestra mente y toman cuerpo para luego, en la intimidad de
tu habitación, crear una historia.
La vida misma
es una carrera, y si convenimos en que vida y literatura se confunden, correr
es vivir y vivir es imaginar, y sin imaginación no hay literatura.
Ello nos
lleva al poder de la palabra, que se esconde en los abismos de la mente o tras
el recodo del camino por el que vas corriendo, esa palabra que tal vez nos
libre de la locura disputándose el poder y la gloria. Sí, correr, correr, aunque
sepamos que el final está en el mismo lugar del que partimos.
viernes, 6 de diciembre de 2013
TREINTA Y CINCO AÑOS
Buenos días amig@s. Hoy es el día
de la Constitución Española, esa Constitución que la inmensa mayoría de los españoles
votamos en el año 1978 con la ilusión propia de unos niños a los que por fin los
RRMM les iban a echar el regalo que pidieron. Pusimos muchas ilusiones en esa
ley de leyes para superar la secular división de esta España nuestra camisa
blanca de mi esperanza. ¿Dónde estamos
hoy? Un día que debería ser grande, como para salir a la calle a celebrarlo,
pasa prácticamente desapercibido, como si fuera una fecha más de fiesta en el
calendario que se aprovecha para irse de puente, que esos sí los celebramos.
No me digáis que fue un sueño, no me digáis que después del camino
recorrido estamos dónde estábamos, no me digáis que en estos treinta y cinco
años de andadura no hemos avanzado ni un centímetro en el sentido de
reconciliarnos y convivir unidos, no me digáis que estamos peor que entonces
porque si es así no tendré más remedio que darle la razón a aquellos que a
firman sin ruborizarse que en España hay mucho hijo de puta, o a lo mejor es
que todos lo somos y no nos valen leyes ni normas para remediarlo.
Mas entonces, ¿cuántas generaciones más tienen que pasar para que podamos mirarnos a la cara con franqueza y no avergonzarnos? ¿Cuántas generaciones más tienen que pasar para que dejemos de esforzarnos por convivir y lo hagamos espotáneamente? ¿Cuantas generaciones más tienen que pasar para que valoremos realmente lo nuestro como valioso, para que asumamos nuestra historia en lugar de avergonzarnos de ella y que no nos avergüencen quienes ni siquiera la tienen?
No voy a buscar culpables de lo que nos pasa porque todos somos culpables, unos más que otros, eso sí. Pero no deberiamos permitir dejar en manos de los políticos la solución a los problemas de España porque los políticos van a lo suyo, y tienden a identificar sus problemas personales y los de su partido con los de España, de tal modo que su solución debe pasar por el tamiz de su particular ideología y de sus intereses partidistas. Tanto es así que ni siquiera cuando se trata de defenderla de quienes quieren romperla, se ponen de acuerdo.
No creo que sea muy complicado entenderlo. ¿O tal vez sí?
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