lunes, 9 de septiembre de 2013

LA MALDICIÓN DE LA ESFINGE







Vivimos una época de “valores inestables”, y es así porque no sabemos dónde está la verdad. Mas esto, siendo grave, no es  sin embargo lo más grave, lo más grave es que no sabemos dónde está el error, que sería el camino para llegar a la verdad. 

   Tomemos como ejemplo la magia, que ha sido desde antiguo utilizada por muchos pueblos bárbaros como algo eficaz, caló tanto que de esas ceremonias mágicas derivaron después las distintas religiones. Cuando un sacerdote hacía un conjuro para invocar al dios de la lluvia, cuando finalmente llovía, el hombre primitivo consideraba que llovía como resultado del conjuro de la ceremonia, lo cual era una prueba de que la magia era eficaz; luego se creía en ella. Hasta que no se cayó en la cuenta de que, de todos modos, antes o después llovía,  independientemente de si había ceremonia o no, la magia perduró siglos y siglos. 

   Hoy día tenemos un mayor conocimiento de las cosas. La verdad hoy es aquella hipótesis que mejor funciona, que mañana puede ser sustituida por otra que funcione mejor. Y lo sabemos. Hoy podemos convencer a un hombre de que abandone una práctica errónea si le damos a conocer el error en que se funda dicha práctica. Pero no ocurre igual con las prácticas religiosas de un pueblo, pues en ellas  no hay error alguno. Por tanto, es el conocimiento el camino para llegar a la verdad una vez conocido el error, de ahí que quienes están en él y vivan de él hagan todo lo posible por ocultarlo. Bastaría darnos cuenta de que es un milagro que estemos vivos para que todo lo demás sea secundario. Pero el hombre, ya que está vivo, quiere otras cosas. Y cada cual quiere la suya. Y así estamos. 

   ¿Qué error hemos cometido para que una generación de la que tanto se esperaba haya llevado a España a la situación actual en que se encuentra, débil y desorientada, llena de dudas sobre su futuro, pobre y dividida? ¿Qué ha pasado para que los valores que esa generación ha mamado hayan sucumbido a la corrupción de la fama y el dinero? Algo hemos hecho mal para que, de pronto, nadie confíe en nadie, para que ni siquiera la más altas instancias del Estado se libren de la maldición de la Esfinge y anden aún por los vericuetos de su propia inconsistencia  en lugar de trabajar juntos para devolverla al lugar de donde nunca debió salir. 

   Pero si no asumimos el error que hemos cometido al despertarla ¿cómo vamos a enterrarla? Seguro estoy de que cada cual tiene su propia teoría al respecto. Tenemos esfinge para rato.
  

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