miércoles, 10 de julio de 2013

LA GLOBALIZACIÓN DE LA INDIFERENCIA





  Hace unos días el Papa Francisco (cada día me gusta más este Papa), se desplazó, aceptando la invitación de su alcaldesa,  a Lampedusa, pequeña isla italiana frente a las costas de Túnez y Libia, donde la tragedia de la inmigración ha alcanzado unos niveles de deshumanización insoportables. Se calcula que han muerto, en su intento por llegar a esta pequeña isla italiana desde las costas africanas, más de 8000 inmigrantes, sin que ello haya conmovido a nadie ni nadie haga nada por evitarlo. 

  En su breve, pero contundente homilía, el Papa Francisco ha dicho: "La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia". 

  No deja de ser un sarcasmo que aquellos que nos presentaron la globalización como un instrumento para el progreso del mundo se desentiendan de su mentira, se laven ahora las manos, cuando son los responsables de  “la globalización de la indiferencia” que ha denunciado el Papa.  Las recetas del hombre en el plano de la economía y de la política solo benefician a quienes las ponen en práctica. 

   "¿Quién de nosotros –se preguntaba el Papa en su homilía-  ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto". 

  “¡La experiencia del llanto!” ¡Hemos olvidado tantas cosas en esta sociedad entregada al egoísmo y a la corrupción!  Consciente de ello,  de que poco cabe esperar de quienes gobiernan este mundo y llevan a cabo políticas profundamente injustas, que se ha dirigido a Dios, pues ¿qué cabe esperar de ellos?: "Te pedimos –le ha implorado- por tanta indiferencia hacia los demás, por quien se ha acomodado, por quien se ha encerrado en el propio bienestar. Te pedimos ayuda para llorar por nuestra indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en todos aquellos que desde el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren la vía a dramas como estos".

  ¿Qué haría falta para que esta sociedad se movilice contra esta injusticia que de forma tal cruel y a diario se reproduce ante nuestros ojos sin que nos inmutemos, sin que ni siquiera derramemos una lágrima?  Ante esta realidad, la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, envió el pasado mes de febrero una carta la Unión Europea  en la que se preguntaba: "¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?" Claro, a ella le preocupa el hecho de que su isla ya no tiene espacio para enterrar a tanto muerto, pero lo mismo que preguntó eso podría haber preguntado que si es que la UE quiere convertir a Lampedusa en un cementerio de inmigrantes para que, al igual que el Papa, los europeos podamos ir allí a llorar ante sus tumbas  y preguntarnos si podíamos haber hecho algo más para evitar tanta muerte.

jueves, 4 de julio de 2013

PRINCIPIOS POR INTERESES





   Hasta yo mismo me asusto de mis propias conclusiones cuando, acuciado por mi propia inquietud, sitúo el objeto de mis desvelos más allá de lo observable, que en contra de lo que pudiera pensarse no es aquello que está fuera de nuestro campo de visión o más allá, sino aquello que nos ocultan  quienes  teniendo  la obligación de hacer las cosas bien, no las saben hacer. No es que se equivoquen –pues una equivocación siempre puede subsanarse-   es que carecen de ideas propias. En consecuencia mienten aun siendo conscientes de que la confianza no se gana con engaños, no se gana mintiendo, sino esforzándose por acercarse a la verdad y acertando.

   Podría haberme detenido aquí, pero no soy hombre que se pare en lo meramente anecdótico, en lo fácilmente observable, porque la zozobra persiste y no da tregua, sigo ahondando en lo inasequible y descubro con asombro que, lo que realmente pretenden ocultarnos no es su desatino, al fin y al cabo todos podemos equivocarnos, cualquiera puede confundir una negra con una corchea, lo que se esconde tras su honestidad aparente, lo que a toda costa niegan es que no sólo la han pifiado sino que, cegados por los intereses, no reparan en los principios. Los partidos son entes que  están siempre situados en el horizonte de los sucesos inabordables, aunque en honor a la verdad, no hace falta especificar cuál, un recto sentido de la equidad me dice que no se pueden medir todos con el mismo rasero, pero todos coinciden en un punto: poco o casi nada que sea honesto puede esperarse de ellos. Lógico si hemos convenido en que no son los principios, sino los intereses, los suyos propios, los que los mueven. Dicho de otra forma: van a los suyo.

   Claro que, por otra parte, y esto es lo que más desazón me produce, qué otra cosa sino los intereses mueven al mundo. Pero pensaba yo, ¡ingenuo de mí!, que quienes nos gobiernan se regían por principios. Si no hubiera sido tan ingenuo me hubiera adelantado a la corrupción, imagino que como la mayoría. Y ahora nos lamentamos. Teníamos ante nuestros ojos la verdad de lo que estaba ocurriendo y no nos enterábamos. Yo no soy nadie, pero esos que protestan y salen a la calle cuando la verdad es evidente, ¿dónde estaban cuando nos la ocultaban? 

   Ayer leí una entrevista de John Ralston Saul (http://elpais.com/elpais/2013/02/04/eps/1359975187_178411.html) un escritor y ensayista canadiense con las ideas muy claras respecto a la crisis que nos agobia. Dice cosas que están en la mente de todos, pero que él dice con fundamento. Lo primero que dice es que “Llevamos 30 años de una abrumadora mediocridad intelectual”. Esta es la verdadera crisis, que hay mucho economista pero no hay intelectuales de la economía, no hay gente con autoridad.  Dice que “No hay razón para salvar a los bancos, no necesitamos tanto dinero. Lo razonable habría sido aprovechar la oportunidad para limpiar el desorden. No hay más que tomar el ejemplo español de Bankia. Una buena política habría sido, por ejemplo, que el Gobierno anunciase que pagaría todas las hipotecas hasta una cantidad determinada, pongamos 300.000 euros. Das el dinero a la gente que está en su casa y que tiene una hipoteca, y de hecho salvas a los bancos: es el ciudadano el que da el dinero a los bancos al cancelar su hipoteca. De pronto, la gente ya no tiene deudas y puede gastar lo que gana. Así es como se crea una clase propietaria y además se relanza la economía. Es tan simple”.

  Pues eso, nuestros intelectuales nos hablan de vericuetos financieros para relanzar la economía que no entiende nadie porque ya sabemos que con austeridad y recortes no se sale de la crisis,  cuando la solución es tan simple. A alguien le interesa que esta crisis perdure.  ¿O cabe otra conclusión más optimista? En fin, no dejemos de pensar lo mejor aunque esperemos lo peor.  















miércoles, 3 de julio de 2013

¿SERÁ VERDAD?






¿Será verdad que mentimos para crear verdades? Yo diría que es esta una de esas verdades absolutas que, por serlo, se convierte en una mentira relativa.  En la literatura, por ejemplo, se miente para poner de relieve verdades que de otro modo no podrían conocerse.  Además, nos hacen soñar. Si no fuera por los cuentos, cuando los cuentos se contaban a los niños alrededor de la chimenea o antes acostarse, la fantasía sería un fantasma que sale por las noches buscando a quien sepa interpretarla para hacerla realidad preñándola de sueños.  Si no fuera por los sueños no soñaríamos con un mundo mejor a pesar de que la realidad nos dice que vamos a peor, si no fuera porque la mentira es el condimento de la verdad las ideologías y las religiones que nos prometen paraísos habrían muerto antes de nacer.  Si no fuera porque mentir se ha convertido en un arte a fuerza de ser necesaria no tendríamos dudas sobre la intención de un poderoso cuando nos dice que “vamos bien”, pero calla para quién.  Si no fuera porque necesitamos que nos quieran nunca diríamos “miénteme, dime que me quieres” y convencernos de que así.  Vale la pena insistir en esta idea del amor, pues ¿quién no miente para ganarse el amor de una mujer aun a sabiendas que la mentira te la quitará?  Sí, va a ser verdad que mentimos para crear verdades a medida.