jueves, 20 de junio de 2013

NO HAY PALABRAS






  Palabras, palabras, palabras, ¿para qué valen las palabras cuando te enfrentas a la muerte?,  ¿de qué te sirven si no puedes conmover con ellas el corazón de tu hijo ni de la mujer que amas?, ¿para qué las quieres si cuando las necesitaste no vinieron y cuando lo hicieron ya era demasiado tarde? ¿Te ayudan a buscar la verdad?  Tanto como a ocultarla. Unas veces te consuelan, otras te martirizan, te bombardean, te acosan, te traen y te llevan. ¡Te engañan!  Palabras que hieren,  aniquilan, entristecen. Palabras. La vida es la palabra, sin embargo la muerte es el silencio porque para la muerte no hay palabras.  ¿Por qué la muerte calla? ¿Por qué hay vida en la palabra y no hay una palabra para romper el silencio de la muerte?  ¿Por qué hay que callar cuando se gana y también cuando se pierde? ¿Por qué a veces no hay palabras habiendo tantas? Tengo para mí que tu palabra, su palabra, mi palabra –nuestra palabra- no sirven de nada, por muy veraces que sean,  cuando  se enfrentan a la impostura de la vida. Para eso no hay palabras, y cuando no hay palabras para vencer a la muerte, solo queda el silencio. Y las lágrimas.


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