martes, 4 de junio de 2013

DIOS Y LA VERDAD







Soy consciente de que hablar de la verdad suscita poco interés, y es así porque estamos desengañados, todos sabemos que nunca sabremos la verdad. Luego la pregunta se cae por su propio peso: ¿Por qué no podemos saber la verdad?   Me hago esta pregunta porque no sé la respuesta,  si la supiera no tendría necesidad de hacerme preguntas sobre ella. Aunque bien pensado, a lo mejor me divertiría haciéndolo si la supiera, para entreteneros mayormente.  
  

   Pero no la sé y creo que debe de ser así,  ya que si supiéramos la verdad no soportaríamos nuestra propia existencia, nos aburriríamos como ostras, no podríamos soñar, ni inventar historias, ni escribir cuentos, ni imaginar mundos, en una palabra, la vida sería un fastidio insufrible y no habría poesía. 


   Pero claro, esto nos lleva a concluir que Dios, que lógicamente  sabe la verdad, debe de aburrirse como una boja en un páramo, pero enseguida caemos en la cuenta de que siendo Dios, sabrá cómo divertirse,  ¿no?  ¿Y con qué se divierte Dios? Yo creo que  se divierte con nosotros. ¿Con quién sino?  


   Una cosa que no sabemos es si Dios es Dios porque sabe la verdad o sabe la verdad porque es Dios. Es importante este matiz, pues si saber la verdad hizo a Dios Dios, si nosotros llegáramos a saberla también lo seriamos.   ¿Qué haríamos a partir de ese momento? ¿Tal vez crear nuevos universos para matar el tiempo y recrearnos en nuestra obra y así hasta el infinito? Saber la verdad debe ser fascinante, por la cantidad de cosas que puedes hacer. Pero hay que saber gestionarla. Y esto ya es harina de otro costal. Ya sabemos lo que hace el hombre cuando se cree poseedor de la verdad, así que cuando la sepa…


La ciencia ya ha puesto de manifiesto que el Universo puede explicarse sin recurrir a Dios, bien, sin embargo el hombre no sabe cómo es el Universo, ni cómo se originó, ni si se expandirá eternamente o se volverá a contraer. Por tanto, no todo está dicho sobre ese tema, un tema que es terreno propio de la ciencia,  pero con mucho margen para la poesía.  En este terreno es en el que pretendía  entrar yo. Desde él ¿por qué no imaginar a un Dios aburrido que juega con nosotros?  ¿No se abre a partir de aquí un panorama de infinitas posibilidades? Porque claro, Dios domina la materia y la energía, el espacio y el tiempo, y sabe cómo combinar todo eso para hacer universos, una actividad rutinaria para él. Sin embargo, al crearnos a nosotros, dio un salto cualitativo en su obra, pues el hombre es imprevisible, desconcertante, poliédrico. Me imagino a Dios tratando de comprender al hombre y diciéndose para sí “si lo sé no lo hago”. Pero siendo inteligente como es, ya que dio ese paso, no iba a desaprovechar las posibilidades de diversión que su obra le ofrecía. Y se puso a jugar con nosotros. ¿Qué otra alternativa le quedaba?  Así que nunca sabremos la verdad porque antes hay que ser Dios y luego crear al hombre, no al revés.

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