lunes, 22 de abril de 2013

EL VALOR DE LA REALIDAD




   

 ¿Os habéis preguntado cuál es el valor de la realidad? No, no es un valor que se cotice en bolsa, demasiado variable, demasiado. Además es un valor poco fiable, está respaldado por gestores poco serios, oportunistas y en ocasiones advenedizos. La realidad viene siendo maltratada de antiguo al pairo de intereses espurios,  es el tema que ha empapado la literatura de todos los tiempos hasta hoy. Albert Boadella, por ejemplo lo recreó en “El Retablo de las Maravillas” para denunciar tanto retablo falso como hay en nuestros días, ya sabéis,  el entremés de Cervantes cuya particularidad era que no podía ser visto por hijos bastardos o por gente de sangre no pura, es decir, por aquél que no fuese cristiano viejo y tuviese ascendencia mora o judía.

   Está también en el Conde Lucanor, quien nos cuenta que un rey pasea desnudo porque unos sastres le dijeron que en realidad lo que lleva es un traje invisible y que sólo lo verán desnudo los hijos ilegítimos. Ningún cortesano se atreve a decirle a su rey que va desnudo, claro, hasta que pasa por allí un hombre negro y no tiene empacho en decirle: “Oiga, que está usted desnudo”.

   Está en el “Licenciado Vidriera”, una de las  Novelas Ejemplares de Cervantes, en la que el protagonista, un estudiante,  tiene terror a que le toquen  porque piensa que es de vidrio y puede romperse. Está en El Quijote, en el que Cervantes nos muestra a Dulcinea idealizada en la mente del ilustre Caballero, cuando en realidad es una campesina,  Aldonza Lorenzo, tosca y poco agraciada. Está en Homero, que mezcla fantasía y realidad como si fueran la misma cosa. Y está en los escritores de nuestros días, que mezclan ficción y realidad y no sabemos qué es una cosa u otra. 

   Esta realidad, claro, quien mejor la maneja son los políticos y sus adláteres, le dan el valor que ellos quieren e interesa a sus fines. Así, no tienen empacho en prometer  cosas que luego no cumplen, empeñan su palabra en que no harán lo que sí van a hacer otros  porque es malo para la sociedad,  y luego lo hacen ellos y nos dicen que es bueno,  y para disimular le ponen otro nombre…, es decir se inventan otra realidad para justificarse. 

   Y está en nosotros, espectadores de la comedia que se desarrolla ante nuestros ojos, que no sabemos si reír o llorar, pero caemos en su juego como pardillos, creyéndonos la falsa verdad que, gracias a nuestras torpes mentes, se propaga para gloria y regocijo de quien la extiende, aplaudimos el retablo a sabiendas de su falsedad. Si pensáis que exagero estáis perdidos, formáis parte del retablo o lo aplaudís. Vosotros sabréis por qué…, si es que lo sabéis. 

   Todos los que tienen poder, sobre todo los políticos, pero no solo ellos, tratarán de convencernos de que no es el perro quien mueve la cola, sino la cola la que mueve al perro, más o menos como en Matrix, quieren que vivamos en una realidad que ellos inventan y sostienen, no porque sea mejor ni más real que la de otros, sino porque la han inventado ellos para medrar a nuestra costa. Lo sabemos porque cuando alguien se atreve a decirlo, cuando es capaz de sacudirse el sopor que produce tanto falso retablo, cuando cae en la cuenta del lavado de cerebro a que nos someten diariamente, cuando pone al descubierto su sucio juego, si no pueden convencerlo tratan de callarlo, si no lo consiguen, lo critican, luego lo calumnian, después lo desprestigian, lo apartan de “su” realidad como a un apestado y, si es necesario, lo eliminan.   Yo, después de mucho reflexionar he llegado a la conclusión de que el problema del hombre no es su tendencia a la mentira, su problema es que a veces dice la verdad y nadie lo cree. Un portento. Con razón decía Groucho Marx aquello de "Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria"

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